
El Amor Interrumpido: la herida más profunda del alma
Madre, dinero y el amor interrumpido: el arte de concluir
En cada formación o proceso terapéutico no solo aprendemos técnicas: nos encontramos con los movimientos más profundos de nuestra alma. Y uno de los más determinantes es el amor interrumpido hacia la madre.
Ese amor interrumpido explica por qué muchas personas inician procesos y no los concluyen, reciben y no agradecen, toman y no pagan, quieren avanzar pero huyen justo antes de lograrlo.
Bert Hellinger decía: "La interrupción más dolorosa es el movimiento de amor que se dirige hacia la madre."
El flujo de amor entre madre e hijo comienza desde la gestación. Es un río natural, invisible, que sostiene la vida misma. Por eso, cuando ese movimiento se interrumpe, aunque sea por un instante, el niño lo vive como un dolor inmenso.
¿Qué es el amor interrumpido?
Es el movimiento de conexión natural de todo niño recién nacido hacia mamá que, por alguna razón, no pudo completarse.
- Quizás mamá estuvo enferma, ausente o sobrecargada.
- Quizás hubo separación, abandono, estaba enfrentando un duelo ó situación complicada.
El niño que quiso correr hacia ella no pudo, y una parte de el se queda congelado en ese movimiento. Y años más tarde, esa interrupción se repite en la vida adulta:
- Inicio proyectos, pero no termino.
- Entro a procesos, pero abandono.
- Recibo, pero no agradezco.
- Deseo, pero me saboteo.
"Lo inconcluso con mamá se vuelve
lo inconcluso en la vida"
Dinero y madre: la misma raíz
El dinero está profundamente vinculado a la madre. Como percibimos a mamá, percibimos la vida y el flujo del dinero.
- Si mamá fue ausente, sentimos la vida escasa.
- Si no pudimos tomar de ella, el dinero parece “escaparse”.
- Si no agradecemos lo recibido, vivimos con la herida de “no merezco suficiente”.
La dificultad con el dinero no es solo práctica o externa: es la manifestación del amor interrumpido con la madre.
El niño que no agradece ni concluye
El niño que no pudo llegar a mamá tampoco aprendió a agradecer ni a concluir.
Por eso, en la adultez:
- Espera recibir sin pagar
- Exige sin comprometerse.
- Inicia procesos y no los termina.
Y cuando encuentra a otros que piensan igual, se siente validado: “No estoy solo, él también piensa como yo.” Pero esa validación no libera: solo refuerza la herida.
El Orientador | Terapeuta como madre simbólica
En una formación ó proceso terapéutico, el facilitador puede convertirse en el espejo de la madre ausente o demandante:
- Si viaja, se activa el abandono: “otra vez me dejas.”
- Si pide que se pague, despierta el enojo: “mamá debería solucionarlo todo y sostenerme sin condiciones.”
- Si pone normas y límites, surge la rebeldía: “tienes que estar para mí y no quiero que me controles.”
No es un conflicto con el orientador. Es el eco del amor interrumpido hacia mamá.
El adulto que elige concluir
Sanar la relación con mamá no significa que ella cambie, sino que yo acepto lo que hubo y tomo lo esencial: la vida.
Desde ahí, el adulto puede:
- Permanecer en los procesos.
- Agradecer lo recibido.
- Pagar en equilibrio y cumplir compromisos.
- Concluir lo que inicia.
- Relacionarse con el dinero y la vida con gratitud.
Cada conclusión es un acto de reconciliación con la madre y de reparación del amor interrumpido.
Reflexión final:
El amor interrumpido con mamá es la raíz de lo inconcluso.
Cada vez que permaneces, agradeces, pagas y concluyes, estás reparando ese amor y diciéndole a la vida:
"Ya no soy aquel niño que huye. Soy el adulto que honra, agradece y concluye."
Autora: Lilibeth Carrasco